Vivimos en la sociedad del hiperconsumo: consumimos más de lo que puede ser generado y descartamos más de lo que la naturaleza es capaz de absorber. Afrontamos el derrumbe de la civilización materialista, resignados.
Por eso, desde “No tengo un Mango”, consideramos que es necesario repensar los procesos de desenvolvimiento humano desde una perspectiva diferente y abrir una batalla simbólica en el campo de la cultura.
Estamos convencidos de que la realización personal de una persona no está ligada a su poder adquisitivo. Repudiamos una sociedad en la que el “ser” ha sido sustituido por el “tener”. Un mundo donde la inequidad social y la destrucción ambiental aumentan todos los días.
En este contexto, no soñamos horizontes posibles, sino que proponemos alternativas “necesarias”. “No tengo un mango” pretende alcanzar a todos aquellos que quieran cambiar algo y dejar a su disposición un abanico de opciones y de experiencias.
Porque, como dijo Immanuel Wallerstein, “los comienzos son inciertos, audaces y difíciles, pero ofrecen una promesa, que es lo máximo".
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